BORJA MARÍA ZALLANA DE LOS ACEBOS
03/05/2009
Estos días resulta tremendamente estimulante pasear por los pasillos de la sede del partido y compartir con nuestros numerosos compañeros imputados en diversos delitos fiscales, de malversación o estafa, la preparación de sus declaraciones. Los encuentras en cualquier rincón, incluso en los más insospechados, ensayando ante un ficticio jurado la explicación que tan deseosos están de poder dar. La calle Génova recuerda el Jerusalén de los tiempos bíblicos, con todos aquellos profetas subidos en cualquier improvisado atril, que anunciaban a grandes voces la inminente llegada del hijo de Dios.
Por ostentar el cargo de mayor rango entre todos los imputados, es nuestro elegante Francisco Camps quien más curiosidad despierta. Es una auténtica gozada verlo delante del espejo del lavabo, con ese porte que Dios y Milano le han dado, iniciando la que sin duda está llamada a ser la declaración más esperada de todos nuestros juicios: “Señores magistrados, al fin ha llegado el momento que tanto tiempo llevo esperando. En primer lugar quiero agradecerles que me den la oportunidad de explicar lo que hay, que, como ya anuncié desde un inicio, es nada. No hay nada señores magistrados, es más, les diría (y llegado este punto él mismo hace con la boca el sonido de enfervorecidos aplausos y sube el tono de su voz), no hay nada de nada. No tengo recibos, no tengo justificantes de la tarjeta de crédito, por no tener no tengo ni mala conciencia. Lo dicho, la nada absoluta”. Aquí, a Francisco le gusta imaginarse que los propios magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Valencia se ponen en pie y al unísono anuncian levantando los brazos ante el público asistente: “Inocente, es inocente”.
Bárcenas, en cambio, es mucho más contenido tanto en su discurso como en sus expectativas y no se permite soñar con salir a hombros del juzgado. Se limita a repetir una y otra vez que todo su éxito económico se debe a su tremenda austeridad (pone como ejemplo que bien podría tener dos o tres mayordomos y en cambio sólo tiene uno), y a su gran conocimiento, como tesorero que es, de las matemáticas. Y es que no hay que ser tan purista y creer a pies juntillas que dos más dos son siempre cuatro, como él bien ha demostrado dos sueldos de 100.000 euros pueden sumar, si se saben hacer bien las cuentas, hasta 600.000 anuales.
En cuanto al resto de imputados se reparten el espacio como buenamente pueden. Tengan en cuenta que son muchos y que nuestra sede, como corresponde a un partido modesto y honesto, es pequeña. La mayoría de ellos declaman en voz baja y sólo osan subir el tono de voz cuando Mariano se aproxima a preguntarles si se sabe ya algo de lo suyo. “¿De lo suyo o de lo mío?”, les gusta responder siguiendo la broma de moda de estos días.
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