Parece que Mariano Rajoy Brey ha decidido abandonar -sin dar explicaciones ni pedir disculpas- el frente de las escuchas telefónicas ilegales. Sus bandazos son conocidos. El líder de la derecha da la impresión a veces de que es un cordero que, sin embargo y de repente, se transforma en lobo. Pero incluso cuando va de lobo se las apaña para proyectar, si le conviene, una imagen distorsionada de la realidad –lo que sin duda le entusiasma- de modo que se lanza a evocar “un mundo al revés”.
Hace suyo el poema del fallecido José Agustín Goytisolo y se queda tan ancho. Al fin y al cabo, la capacidad de la derecha para practicar la apropiación indebida de cuanto le interesa carece de límites. Recordemos parte de la letra de Gytisolo: “Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos”. Ese lobito bueno –el que habitaba en los sueños del querido y admirado José Agustín- también es Rajoy.
El jefe de los genoveses
En realidad, el jefe de los genoveses lo es todo. O casi. Pretende ser perejil de todas las salsas. No desaprovecha ocasión para pasarse de frenada y exhibir su inagotable tendencia a la irresponsabilidad. Ansía contemplar la caída de José Luís Rodríguez Zapatero. Dispara compulsivamente cada vez que cree –y ello sucede muy a menudo- que el presidente enseña la cabeza. Ahora critica al Gobierno por la gripe A.
Inefable lorito
Cuando aparecieron los primeros síntomas a escala mundial de esta nueva pandemia y parecía que se había apoderado de nuestros soldados, ya salió el inefable lorito Esteban González Pons -impertérrito portavoz de calamidades- y pasó el tanto de culpa a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, impecable gestora hasta el momento, y de rebote a la ministra de Defensa, Carme Chacón.
El lobito/cordero –cuyos piratas de la trama Gürtel, siguiendo con el bello relato de Goytisolo, no son precisamente honrados- fue desleal con el Gobierno y el resto de partidos en el proceso de paz que hubo en Euskadi. Actuó como un político estrictamente partidista o sectario y procuró sacar beneficios electorales de una cuestión de Estado. Montó la marimorena y llenó las calles con manifestaciones -de derecha extrema y extrema derecha-, orientadas no a condenar a ETA, sino a insultar a Zapatero y desgastar así al Ejecutivo. El lobito/cordero acusó a Zapatero, en sede parlamentaria, de haber “traicionado a los muertos”.
Cara lavada
Luego ha continuado igual, tras haberse lavado la cara –objetivo que no consiguió- cambiando a Ángel Acebes por María Dolores de Cospedal y a Eduardo Zaplana por Soraya Sáenz de Santamaría. Cospedal, hace unas semanas, se sacó de la manga el asunto de las escuchas y llegó a afirmar además, en medio de un vendaval de despropósitos, que Interior prefería perseguir al PP que a los terroristas.
Llegado del planeta Marte
En cuanto a la crisis económica, cualquier observador recién llegado del planeta Marte no tardaría en darse cuenta de que el PP no sólo no ha cooperado con el Gobierno en un trance que interesa al conjunto de los ciudadanos de este país, sino que ha ido amontonando obstáculos para evitarlo. Ese observador sabría al cabo de pocos días de estancia en España que el PP lo que espera es una debacle económica irreparable. Sobre tales ruinas Rajoy se erigiría presidente del Gobierno de la salvación.
Ave de rapiña
¿Lobito/cordero? ¿Cordero/lobito? Más exacto sería, ave de rapiña, ave carroñera. La cúpula del PP ora a sus dioses para que el Gobierno Zapatero se hunda. Esto es lo que busca –está a la vista-, con anhelo y nerviosismo irrefrenable. Cuanto peor, mejor. Si se trata de una pandemia de gripe distinta de la tradicional, pues bienvenida la enfermedad en la medida que desacredite al Gobierno. Siempre hay algún señorito afín que escribe en ABC escorias cuarteleras y divierte a la derechona diciendo que la gripe A tendría que denominarse gripe ZP.
Enric Sopena es director de El Plural
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