Soy un chico normal de barrio, de 29 años, que no fuma ni se mete nada. Mi vida cambió hace exactamente un año cuando al verme unos bultos en el cuello, y tras varias visitas al médico, me diagnostican un linfoma, o más claro, un cáncer del sistema linfático.
Podéis imaginaros la situación: todo se derrumba, mi novia hecha polvo, mis padres peor aun (hacía unos meses habían enterrado a una amiga de ellos que también falleció de cáncer), la familia fatal... Sólo quedaba un camino: sesiones de quimioterapia y esperar a que todo fuera bien.
Desde un inicio tomé una decisión, que por suerte todos los médicos aprobaron y me aconsejaron: Vivir de la forma más normal posible, sin dejar de ir a trabajar los días que pudiera, saliendo con mi novia cuando me encontrara bien, quedando con los amigos, etc.
Todo esto funcionó más o menos bien hasta mi primera sesión de quimioterapia: una vez acabada y al poco de llegar a casa, empezó la parte mala: vómitos constantes que me hicieron ir de urgencias. El primer revés. (por suerte no todas las quimios son iguales, y no a todas las personas les afecta igual).
Pero poco a poco aprendes trucos para minimizar los efectos de la quimio: medicamentos, alimentación, homeopatía, evasión mental, etc; hasta que se convierte en un trámite poco agradable cada dos semanas. Pero al menos esos días entre sesiones recuperaba mi vida, el control sobre lo que podía y quería hacer.
Durante todo este camino vas descubriendo cosas de ti mismo y de los que te rodean: conoces tus debilidades y tus puntos débiles, empiezas a priorizar cosas que antes no veías tan importantes, etc. El hecho de llorar por haber vivido 7 meses para poder volver a bañarte en la playa es sólo un ejemplo.
Pero también te llevas palos: gente a la que considerabas tus amigos no te llaman en ocho meses para saber como estás, podrías estar muerto y ellos seguirían saliendo cada sábado por la noche sin pensar en ti.
Por suerte llega un día que todo acaba: haces la última sesión de quimio, te haces unas pruebas al cabo de dos meses, y, por fin, te dicen que estás curado. Es como si volvieras a nacer.
Sólo quería escribir esto para aquellos que estén pasando por una situación similar puedan encontrar un punto de apoyo desde el que empezar el largo camino en una lucha contra el cáncer.
Lo único que puedo aconsejaros es afrontar la situación con la actitud más positiva posible, no dejar de hacer las cosas que os gusten ni de ir a trabajar siempre que vuestro estado os lo permita (es esencial para no comerse el coco), dejar de lado las cosas sin importancia y descubrir de nuevo los pequeños placeres de la vida.
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